Faltaba la voz. Dios no sabe nada de estéreo. Ni de sonidos dolby. Era precisa la voz de un grito cortada por cuchillos de silencio cuando llega la mañana mojada por la lluvia gris de gas carbónico, mientras chorrea una sangre blanca como las circunvoluciones de una mente con daño cerebral. Esa era la voz. Entonces Dios creó esa voz para millones de seres tan numerosos como las estrellas regadas en el fondo del cielo como si fueran espermatozoides luminosos sembrando la semilla de la locura en el universo cerrado. Una
voz para susurrar palabras podridas antes de dar el beso de Judas.
(Rafael Chaparro)
(Rafael Chaparro)
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